La Marimba

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Duro a la tecla, con el golpe que haga falta

jueves, 24 de junio de 2021

EL PESO DE LAS PALABRAS

 


“Yo quiero ser immune/No me quiero enfermar./Yo quiero ser inmune/por eso me voy a vacunar” dice la letra de un jingle que me despertó una madrugada del 2009 y que se convirtió en el caballito de batalla de la campaña de vacunación del Programa Ampliado de Inmunizaciones (PAI) ese año, el siguiente y un par de vueltas más al Astro Rey.
Inmune era una palabra desconocida, sin peso, justamente por el desconocimiento que había hacia el concepto de la inmunización lograda por vacunas.  Nos aconsejaron no usarla, pero se convirtió – con el uso y la explicación – en un proyectil de gran rango que destruyó las paredes de la ignorancia.  Hoy, en Paraguay, todos hablan de inmunizar.  Más aún en el contexto de la pandemia.
Las palabras tienen su peso específico.  No es lo mismo decir “sin costo alguno” que usar “gratis” en una frase.  No es lo mismo decir “llame y obtenga su…” que decir “llame ya y obtenga su…”.  “Cerca” tiene su atractivo propio.  “Listo” o “libre”, aportan calidez a la inmediatez.  “Corazón” va directo al sentimiento.  Un ejemplo es como lo usé alguna vez en la letra de otro jingle, para una inmobiliaria y constructora diciendo: “Ponele piso a tu ilusión/Ponele techo a tu corazón”.
Hay palabras clave, que por lo que implican hacen que pueda superarse la barrera de la atención, esa implacable guillotina de muchas campañas publicitarias o incluso de textos con intención literaria.  
Hay palabras que incitan a la acción, a la reflexión o incluso a la respuesta, a la “interacción”, vocablo que hoy en dia es Santo Grial en el uso de Redes Sociales. 
Hace un par de años usar las palabras “me gusta”, no tenía el efecto que tiene hoy.  Un “like” es más valorado que un “buen dia” de antes.
Una empresa fraccionadora de productos alimenticios usó en su comunicación la palabra “inócuo”, que no hace daño físico ni moral según su definición.  Y es una excelente elección, arriesgada, pero digna de un redactor, un colega, que sabe con que comunicar efectivamente.
David, el pastorcillo bíblico, debió haber sopesado con detenimiento la piedra que iba a lanzar al gigante Goliat.  Muy ligera, no iba a tumbarlo.  Muy pesada y no hubiera siquiera alcanzado a aquel rival supuestamente invencible.
Así, un redactor creativo, un comunicador, sostiene en su mente la palabra o las palabras que va a usar para lograr que su mensaje llegue a destino.
Una comunicación eficaz no es casual.  Depende del peso de las palabras que usemos.


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